JuanFelipe

Y eso que no pautamos

A Monomo están llegando más de doscientas marcas al mes, y eso que no pautamos.


Así fue como al frente de todo un grupo de founders del portafolio de unos de los fondos que nos invirtió, dije una de las frases que más detesto en la vida.


[Inserta resultado mediocre], y eso que no [Inserta excusa que lo justifica].


La excusa del vago. Pasa raspando el examen, y eso que no estudio.


La excusa del principiante. Juega horrible, pero sólo habla del par de buenas jugadas que hizo, y eso que sólo llevo dos clases.


Que pena de frase. En vez de felicitar a los que lo hicieron mejor y se llevan esforzando años, prefiere lamerse sus propias bolas felicitándose a si mismo porque se cree un diamante en bruto. La excusa del que nunca pierde, no soporte la gente que nunca pierde.


Pero volviendo a mi papelón en la reunión de startups descubrí otra cosa.


A Monomo están llegando más de doscientas marcas, y eso que no pautamos, es lo mismo que decir, creo que tengo un gran negocio pero me da miedo pautar para comprobarlo.


Si llegaba a pautar y no llegaban las 2.000, 5.000 o 10.000 marcas que sí demostrarían que tengo un buen negocio, ¿qué hago? ¿De dónde aferro mi ilusión? La nueva frase sería pautamos millones y sólo llegan 200 marcas, Monomo todavía no es un buen negocio y no sé si lo sea.


Pautar era poner mi ilusión a prueba y la frase demostraba que me daba miedo, sino pánico, descubrir que fuera una mentira. El autoengaño, el miedo era tan grande que prefería vivir en la ilusión.


Y me entiendo, estaba en la comodidad que es el comienzo de la curva de aprendizaje, donde con una gota de esfuerzo avanzas kilómetros y en el horizonte no se alcanza a ver lo empinado que se pone más adelante, cuando hay que sudar galones para avanzar milímetros.


¿Pero se logra algo valioso al comienzo de la curva de aprendizaje?


Ahí no hay negociosos exitosos. Ahí no hay deportistas élite. Ahí no hay estudiantes Cum Laude. Ahí no hay Premios Nobel. Ahí no están los músicos que tocan sinfonías. Ahí no están los artistas de museo. Ahí no están las estrellas Michelin.


¿Hay algo ahí que valga la pena? ¿Más allá de la satisfacción de avanzar rápido y de engañarse con la ilusión de que uno podría llegar a ser el mejor?


No para mi.


Entonces ¿cómo vivir? Empújate hasta donde se te acaban las excusas.


Pon a prueba tus ilusiones. Acércate a la cruda realidad.


Descubre rápido cuál es tu reacción cuando te estrellas con la frustración que trae el esforzarse y no avanzar, el ver que la curva se convirtió en una pared, porque si en ese momento, la frustración te genera ganas de escalar, en vez de abandonar, puede que hayas encontrado uno de los propósitos de tu vida.


Empújate Juan.


De una ilusión no se puede vivir. No te prives de la cima por la comodidad de los llanos. No vivas una vida sin conquistar ninguna cumbre.


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