JuanFelipe

Los túneles sin reversa

¿Y ahora qué? - Pensé mirando el abismo bajo mis pies.

-No mire pa’ atrás ni pa’ abajo monchis. Siga por ahí. El pie en esa piedrita de al lado, se agarra de ésta otra y ya está aquí.

No se en qué momento terminé pegado a una pared, agarrado de una piedrita de barro a unos nueve metros del piso.



-- ¡Monchis! ¡Monchis! -- Empieza Andrés a gritar mi nombre como loco, oigo los gritos, inmediatamente después el radio "Monchis suba que tenemos una emergencia".

Monchis es mi apodo en la vereda donde vivimos. Subo asustado y el otro me recibe sonriendo, esperándome en la moto, diciendo tenemos que ir a salvar un perro. "Nos vamos de aventura".

Tras dieciocho minutos en moto por la trocha... ¡Allá está! Me dice señalando al perro atrapado en un piedra al borde de un abismo quien no paraba de ladrar.

¿Cómo terminó ahí? - Respondí yo haciendo la pregunta estúpida hermana de "¿estás bien?" después de tropezarse. Afortunadamente no me oyó.

-- Yo creo que nos toca escalar por aquí -- me dice apuntando hacia un camino en diagonal. -- Camine. -- Le respondo.

Estábamos en una parte del Cañón donde sacan tierra. Hay una retroexcavadora gigante raspando la montaña y unas volquetas llevando los pedidos. Era domingo, ni un alma por ahí. Lo que era una montaña ahora es básicamente una pared de tierra roja de unos cuarenta o cincuenta metros. El perro estaba bien arriba, se veía del tamaño de mi pulgar.

Nuestro plan era empezar a subir caminando por la pared hasta llegar a un lado de la montaña, como hasta el borde de donde excavan y ahí ya caminar por detrás de la pared, llegar hasta el perro y Andrés agarrarlo con una cuerda como agarra las vacas del potrero.

Había llovido, la tierra estaba húmeda, empezamos a escalar, me sentía un niño chiquito, se sentía increíble. Yo iba detrás de Andrés, siguiéndole los pasos, depronto más precavido, mirando bien en cual piedrita ponía cada pie, de cuál piedrita me agarraba.

Estaba feliz hasta que sentí que el siguiente paso ya estaba como muy largo, me dio por mirar a mi alrededor, sentí el corazón en el cuello y pensé ''jueputa, la cagué.''

Estaba estirado contra la pared, parecía un cristo pero patiabierto y mirando mi cruz. Si me caigo me mato. Devolverme, no puedo, no tenía como volver a poner mi cuerpo en posición para devolverme.

Medio paralizado oí la voz de Andrés.

-No mire pa' atrás ni pa' abajo Monchis. Siga por ahí. El pie en esa piedrita de al lado, se agarra de esta otra y ya está aquí.

¿Cómo terminé ahí? No tengo ni idea, desde abajo el camino se veía plano, y cuando di el paso previo no sabía que iba a terminar así.

¿Qué hago? O me suelto, me tiro y rezo por no matarme o intento coger la piedrita que me señala Andrés.

Ya saben el final porque sino no se estarían enterando de esta historia, pero esa pendejada me hizo pensar que en la vida hay unos retos que sólo podemos superar cuando no tenemos más alternativas.



Hace unos días escribí que la vida es como manejar de noche. Uno va en el carro y sólo puede ver unos cuántos metros adelante, hasta donde alumbran las farolas.

Uno va en el carro de la vida y va viendo que hay infinidad de caminos alrededor, disponibles para tomarlos. Es imposible cogerlos todos, es imposible agotarlos, entre más avanzas, más caminos, más bifurcaciones, más rombois te encuentras.

Las luces apenas alcanzan a alumbrarte la entrada del camino, apenas alcanzas a hacerte una idea de hacia donde podría llevarte. Uno debe decidir si tomarlo con lo poquito que alcanza a ver, sin saber donde terminará.

Pero hoy no quiero hablar de todos los caminos, quiero enfocarme exclusivamente en unos bien particulares que desde que terminé a punto de agregarle un episodio a 'mil maneras de morir' estoy viendo en todo lado.

Los TSR: Túneles sin reversa.

Tomarlos es un acto o de extrema ingenuidad o de admirable valentía.

La primera opción soy yo yendo a rescatar el perro. Usualmente la motivación es una linda causa. La segunda opción es cuando los vemos, sabemos que debemos tomarlos, nos da miedo y contra todo pronóstico, nos llenamos de coraje y nos metemos.

La trampita de estos caminos, a diferencias de todos los otros de la vida, es que una vez te metes, no hay reversa. No hay forma de devolverse ni salirse. La vida sabe que son tan difíciles que si la hubiera todo el mundo se devolvería, entonces los pone con esa condición. A veces ni nos damos cuenta que no tienen reversa, otras veces lo tenemos bien claro, no importa porque de cualquier manera nos vamos a estrellar, nos vamos a querer devolver, y ahí, al darse cuenta que no hay retorno, que no hay más opción, nace tu lado súper *Saiyajin* para poder salir al otro lado.

Sólo ahí en momentos de tanta presión, de sentirse encerrado y sin opción, es que encontrarás la salida. Sólo así los podrás recorrer.

¿Cómo aguanta una mujer el dolor de un parto? TSR. No hay más opción.

Si empiezas estos caminos todavía con un pie afuera, será tanto el susto que inevitablemente te devolverás. Si me hubiera podido devolver cuando estaba haciendo el Cristo en la piedra, obviamente lo hubiera hecho. O si a priori hubiera sabido que el rescate implicaba tanto riesgo perdón pero lo siento perro. O como estoy seguro que piensa Fernanda todos los días, ni loca me quedo sin empleo, mejor sigo aquí y este fin de semana si le saco un momentico a terminar la hoja de vida.

Bienvenida al blog, Fernanda. Se las presento, una amiga quien lleva dos años intentando cambiar de trabajo y nada que lo logra. Cuando le pregunto por qué, me dice que no ha tenido tiempo, que el trabajo ha estado a millón y no me lo tiene que explicar porque lo he visto. Además sé que le gusta rendir en su trabajo y no es capaz de hacerlo a medias por conseguir otro, también me ha dicho que el mercado laboral está tan difícil que sería un suicidio renunciar sin tener nada fijo.

Sé que conseguir trabajo es dificilísimo, estoy de acuerdo con quienes dicen que es una misión de tiempo completo. Por eso también sé que Fernanda no conseguirá el trabajo que quiere hasta que se dedique por completo a intentarlo, hasta que se meta a ese túnel sin reversa y no tenga más opción.

Estos últimos dos años, con un pie adentro y el otro afuera no lo ha logrado, el túnel la ha asustado. Al darse cuenta lo duro que es un rechazo, las pocas opciones, lo aburrido de practicar entrevistas y la frustración inevitable del proceso, ha buscado la salida, no se ha metido al túnel.



Siento que emprender es otro de esos túneles si reversa.

Es tan difícil que simplemente tenés que lanzarte de cabeza y que tu única opción para sobrevivir sea hacerlo funcionar. Cuando ves que no hay más opción que salir a vender, saldrás a vender. Cuando emprendes en las noches porque no has querido soltar el trabajo hasta que tu emprendimiento despegue déjame decirte que probablemente nunca despegará.

Pero Juan, la mayoría de emprendimientos fracasan, aún cuando su creador se dedica tiempo completo. Correcto. Empezamos a emprender, nos metemos al túnel creyendo que la salida es una empresa exitosa, pero no todos los túneles terminan ahí, la mayoría no. Con el tiempo entenderemos que lo valioso de estos túneles no es la salida, es en quien te conviertes al recorrerlos. Saldrás donde tienes que salir.



Mi mamá toda su vida creyó que jamás podría lidiar con la muerte de mi abuelo. Sufrió infinito imaginándose lo que sería. Hasta que llegó su inevitable muerte y adivina qué, lo logró, lo acompañó, lo apoyó hasta el último suspiro. Ni ella (ni nosotros) podíamos creer tanta fortaleza. Se llenó de coraje y no sólo nos llenó de orgullo a todos sino lo más importante, se lo demostró a ella misma. Si hubiera una pastilla para la inmortalidad se la hubiera dado a mi abuelo, jamás habría escogido meterse a este túnel, eso es lo lindo de la vida, cuando sabe que necesitamos un TSR nos empuja.



Lo que me gusta de estos túneles sin reversa es precisamente eso, que te quitan toda opción de devolverte, de salirte y por eso te llevan a triunfar.

Cuando entrenaba natación para mi primer triatlón no era capaz de llegar al otro lado de la piscina de cincuenta metros sin pararme a descansar, hasta que un día salimos a entrenar al Embalse de Tominé, una laguna gigantesca en las afueras de Bogotá donde el otro lado quedaba a 1,300 metros.

Adiviná qué pasó. Empecé a nadar hasta que me cansé, ahí saqué la cabeza para mirar atrás y ya estaba muy lejos. Estaba cansado. A parte todo el mundo iba para el otro lado así que devolverme sería hacerlo sólo, idea suicida. ¿Qué otra opción quedaba? Pues seguir hasta que llegara, seguí hasta que llegué. Jamás me volví a parar en la piscina.

Las historias épicas (nadar no es épico, me refiero a las de verdad) parecen ser siempre de túneles sin reversa. Personas que terminaron metidas en situaciones tan difíciles que nos parece increíble que lo hayan logrado. ¿No será que uno causó lo otro? ¿No será que por haber terminado en una situación tan difícil fue que lograron cumplirlo, porque no había ninguna otra opción?

¿Será entonces que si uno quiere una vida épica toca meterse a esos túneles sin reversa?¿Será que ser un súper héroe es escoger TSRs?



¿Vale la pena meterse a estos túneles sin reversa?

Bienvenida Lucía, otra persona que considero una gran amiga pero quién apenas me reconoce. Sé su historia de primera mano por una vez que la estaba contando a sus amigos, no a mi, pero yo era amigo de uno de sus amigos y resulté ahí. Era una publicista en una de las agencias más prestigiosas no sólo de Colombia, sino del mundo. *On track* a carrera acelerada. Si le preguntas a cualquier estudiante de publicidad dónde sueña trabajar probablemente te responda la agencia de Lucía. Fue seleccionada para entrar en un programa de desarrollo profesional y a menos que cometiera una cagada gigantesca creo que su vida, financiera y profesionalmente estaba garantizada. Lucía llegó un día y renunció. ¿Y ahora? Su pasión es el arte, quería algo por ahí. No tenía nada fijo más allá de una ingenua fé en que algo conseguiría.

Valiente, se metió al TSR.

Empezó a contarle a todo el mundo su sueño de trabajar en el mundo del arte y resultó que un cliente de la agencia para quien ella trabajó era dueño de una galería y le ofreció ser su mano derecha en el desarrollo del proyecto. Hoy no se la cree, se le notaba la felicidad contando su historia. ¿Valió la pena para ella?

¿Y ya te había contado de Daniela?

Daniela no soportaba más el trabajo en el que estaba, pero tampoco conseguía nada. Decidió meterse al túnel, renunció y bienvenido uno de los peores años de su vida. Emprender no es lo suyo, se ha desesperado al sentirse inútil y hasta worthless, producto inevitable de tantos rechazos. Tras un año largo por fin consiguió trabajo en otra ciudad, no es el soñado, pero ahí está. ¿Mejor que el anterior? Por lo menos diferente. ¿Valió la pena para ella? ¿Tanto sufrimiento?

Al otro lado del túnel veo una Daniela más valiente, más segura, con más carácter. Una mujer más libre, menos miedosa. Mejor financieramente, ya aprendió con sangre el valor de ahorrar y que la esclavitud son las deudas. Ya está pensando en renunciar al nuevo trabajo, van dos años y dice suficiente, no le pasará lo mismo que en el primer trabajo, de quedarse años y años esperando a que le saliera algo. Ya le perdió el miedo al túnel. ¿Valió la pena para ella?

Ese es el verdadero premio gordo del túnel. La salida no siempre será la que esperabas. No se trata de lo que encuentras al otro lado, se trata de en quien te conviertes al intentar cruzarlo.

Depronto así será tener hijos, casarse, afrontar una cáncer o una tragedia. Túneles sin reversa. Cuando esté ahí quiero pensar en esto, quiero pensar que precisamente por no tener otra opción, seré capaz de sobrevivirlos.



Me volvió a pasar, perdón el enredo. Sólo quería decir que:

Vivir es como manejar de noche, por más de que queramos, sólo podemos ver unos cuántos metros adelante. No es impedimento de nada, sólo viendo unos metros adelante puedes darle la vuelta al mundo.

Que la vida son los caminos que recorremos, que son infinitos, que cada uno destapa infinitos caminos más.

Que hay unos muy difíciles de recorrer, que si supiéramos lo difícil, no los recorreríamos, los tomamos por extrema ingenuidad o extrema valentía.

Que estos caminos los llamo TSR - túneles sin reversa, porque no hay como salirse ni devolverse, sólo puedes salir al otro lado y precisamente por esa restricción por verte obligado a tener que seguir, es que logras salir.

Que el premio para tomar estos caminos no debe ser el destino, sino el camino, se trata de en quien te conviertes al intentar cruzarlo. Saldrás, puede que no donde esperas ni donde quisieras, pero saldrás. Te darás cuenta que eres más fuerte de lo que crees y eso te hará más libre en el futuro.

Y te garantizo, esto si te lo aseguro, Cuando mires atrás, a los caminos que tomaste, estos son los que llamarás vida.

P.S

Mi hermano y su novia me regalaron 1984 de George Orwell de navidad, en la página 81 encontré este chorrero en una frase.

"Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se revelarán, y hasta después de haberse revelado, no serán conscientes".

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